lunes, 26 de mayo de 2014

El perro del hortelano.

«Cuando te aclares me llamas, ¿vale?».

Fue lo último que le dijo antes de irse. ¿Pero aclararse cómo? Ni siquiera ella misma era capaz de entenderse, no esparaba que otros lo hicieran.

Sabía que se había ido para no volver; era de lo único de lo que estaba segura. Pero, ¿y qué? Ella habría hecho lo mismo, así que no era quién para juzgarle. De hecho, mucho tiempo pareció costarle darse cuenta y alejarse.

Sin embargo, estaba dolida y aliviada al mismo tiempo. Ella era una persona... peculiar. No sabía estar sola, pero tampoco acompañada. No quería que se preocuparan por ella, pero se molestaba cuando nadie lo hacía. 

Recordó las palabras que su madre tanto se molestó en repertirle una y otra vez: «Eres el maldito perro del hortelano; ni haces ni dejas».

¿Y si tenía razón? ¿Y si no era más que un obstáculo; un cuerpo sin misión en la vida, más que divagar dando tumbos impidiendo circular a los demás con normalidad?

Entonces nada de lo que había hecho en la vida, habría servido para algo. 

«Nacemos solos y morirmos solos, lo demás es solo una ilusión».

jueves, 8 de mayo de 2014

Broken.

"Estoy rota, ¿sabes?" dijo. El gran vacío en su mirada mientras me hablaba me sorprendió. No había vergüenza, no había dolor. No había nada. Como de costumbre ella se esforzaba en esconder sus sentimientos. "Apuesto que no. Nadie se queda observando a alguien como yo el tiempo suficiente para comprobarlo". No me miraba a mí; estaba mirando un punto fijo en la pared que estaba a mi espalda, como si estuviera absorta del mundo sin llegar a estarlo. "¿Cómo van a darse cuenta de que has perdido la sonrisa si nunca has sonreído? Al principio no me importó, me convencí a mí misma de que no necesitaba a nadie para levantarme, que podía hacerlo yo sola. Más tarde me di cuenta de algo: Era solo una excusa. El verdadero motivo era que no tenía a nadie que fuera capaz de hundirse por mí. Me obligué a mí misma a ser fuerte." Se mordió el labio y permaneció en silencio durante unos segundos. Cuando me miró, el vacío que había en sus ojos se transformó en algo que no lograba llegar a comprender; una mezcla entre dolor y rabia. "Me he cansado de ser fuerte".

domingo, 30 de junio de 2013

No me dejes solo.

Me encuentro sentada en el enorme columpio que instalaron en el porche cuando era pequeña.
Uno de esos con cojines, como en las películas.

Empiezo a balancearme con suavidad mientras observo la intensidad de las estrellas. Allí arriba. Infinitas sobre el firmamento.
Ahí desde donde, supuestamente, te observan tus seres queridos cuando ya no estan contigo. Río amargamente. ¿De verdad están observándote todo el día? Eso es una tontería.

Se van. Para siempre. Y te dejan sola. Tan sola como me siento yo en este instante.

Se oyen risas desde dentro de la casa. La música esta alta, y estoy segura de que nadie me echa de menos ahora mismo. Me había costado asumirlo, pero ya estaba decidido.

Suspiro.

Será lo mejor. Dejaré de ser un incordio. Dejaré de amargarles.

En este momento alguien sale de la casa. No quiero mirar quién es, no quiero saberlo.

- ¿Qué haces aquí? - Me pregunta James mientras se sienta en el columpio a mi lado.
- Quería tomar el aire. - Me limito a decir.
- ¿Qué te pasa, Pitufina?
- Nada...- Miento.

Me conoce bien. Sé que no tenía la necesidad de mentirle, pero aun así lo hago.

De pronto algo se ilumina, un fogonazo. Una luz naranja que brilla, se desvanece y vuelve a brillar. Se ha encendido un cigarrillo.

- ¿Desde cuándo fumas? - Pregunto.
- ¿Y tú? - Señala con la cabeza hacia mi mano.

Ni siquiera me había dado cuenta de que me ha ofrecido uno. Me encojo de hombros y me lo llevo a los labios. Sorprendentemente no toso al hacerlo.

No me gusta el aroma,  ni el sabor. Pero es relajante ver cómo se va consumiendo y como el humo se mezcla con el aire hasta prácticamente desaparecer. Porque yo me siento igual. Me estoy consumiendo, pero nadie se da cuenta.

- Voy a volverme a Doncaster. - Digo sin más.
- ¿Qué?
- He salido de la casa hace dos horas y nadie se ha dado cuenta. - Le miro. - Además están todos en plan parejitas, yo sobro.
- No sobras.
- Claro que sí, James. Sin mí sois cinco y cinco, está claro que sobro. - Me levanto del columpio y bajo los escalones del porche.
- Alexia, no sobras. - Me coje de la muñeca y me gira. - Para mí sobrarían todos menos tú.
- Pero... - Me besa. Así de repente.
- No te vuelvas a casa - me mira a los ojos -, no me dejes solo.

sábado, 15 de junio de 2013

Agua: una infinita y simple sustancia que me hace vivir.

¿Nunca has tenido la necesidad de sentirte pequeña? ¿Esa necesidad de querer desaparecer para siempre o al menos lo suficiente? Yo sí, y solo lo consigo cuando miro el mar, el horizonte. Tan lejano e infinito. Tan incapaz de alcanzar. 
Y entonces lo intento, intento mirar más allá de él, pero no lo consigo. 
Cuando estoy mal, y puedo observar el mar pienso que mis problemas y temores están allí. Lejos de mí. En un lugar al que por mucho que nade no seré capaz de llegar. 
Un lugar donde los problemas, por grandes que sean, puede parecer pequeños. Insignificantes. 

Estar en contacto con el agua es una delicia para mí, porque por una vez siento que soy solo eso. Agua. Que todo lo demás no importa. Que mis problemas están fuera.
Una sustancia tan simple como el agua puede hacerme entender que no necesito nada más que mi imaginación, para dejar llevar y crear un mundo de ilusión. Una historia. Algo en lo que pueda expresar mis miedos de forma indirecta, de forma que nadie llegue a comprender el porqué pero sepa, de alguna forma u otra, soy frágil. Soy sensaciones. Soy sentimientos. Soy yo. Algo que solo sé mostrar cuando no estoy hablando de mí. Algo que solo sé mostrar al escribir. 

sábado, 9 de marzo de 2013

Un comentario negativo eclipsa diez comentarios positivos.

"Si hay tres personas diciéndote que eres asombroso, no piensas: '¿por qué creen que soy asombroso?' ya que lo dicen porque son fans. Pero si hay una persona diciéndote que te odia tú piensas: '¿por qué me odias? ¿Qué he hecho?' 
Puedo definitivamente aceptar las críticas. Pero si alguien te dice 'no me gustas', entonces quiero saber porqué no les gusto. 
Siempre quise ser una de esas personas a las que no les importa lo que piensen de ellas... Pero no creo que lo sea."

Últimamente ese es el estilo de mis pensamientos. Soy una de esas personas a las que les afecta más lo malo que piensen de ellas. Siempre me quedo más con un comentario negativo que con diez comentarios positivos y eso me destroza lentamente. Y temo no ser capaz de afrontarlo nunca.
No sé porqué nunca he creído en lo bueno que dicen de mí, pero siempre tengo más motivos para afirmar cualquier cosa mala que digan de mí.
Además sé que eso va a afectarme en el futuro, porque mi sueño es escribir. Y estaré expuesta a cualquier tipo de comentarios si lo consigo.
Necesito aprender a afrontarlos.

Es gracioso porque me he dado cuenta gracias a que he publicado un fanfic en otro blog y hay más gente leyéndolo de la que jamás pensé que lo habría. Y aunque la mayoría sean comentarios positivos, solo necesito un 'esto no tiene sentido', para hundirme el resto del día.
No puedo pretender gustarle a todo el mundo, es cierto, pero necesito saber el motivo por el cual no les gusto.

sábado, 16 de febrero de 2013

Despierto un nuevo día y el calor se apodera de mí. Su calor. Está ahí, con los ojos cerrados, el rostro relajado y, tal vez, con un inicio de sonrisa en los labios. Se le ve tan frágil, tan vulnerable... Acaricio suavemente su mejilla y suelta un pequeño gemido, pero no abre los ojos. Sé que le encanta que haga eso.
Podría pasar horas observándole dormir. Es el único momento del día en el que se le ve realmente relajado. Su respiración lenta, sus labios entreabiertos. Paso el dedo por su labio inferior y sonríe. Se ha despertado. Poco a poco abre los ojos y me mira. Sus preciosos ojos azules se oscurecen y me mira divertido.

- ¿Qué hacías?
- Observarte. -Un pequeña sonrisa aparece en sus labios y deja entrever sus preciosos dientes blancos. - Podría pasar toda mi vida observándote.
- Hazlo.
- ¿¡Qué!? - De pronto la sonrisa desaparece de mis labios. Me mira serio y susurra:
- Cásate conmigo.



Ha pasado un año. Un año lleno de lágrimas, de miedos, de pesadillas. Pero también lleno de sonrisas, alegrías y sueños.
Y te pones a pensar en lo mucho que puede cambiar tu vida en un año y te das cuenta de que es increíble lo rápido que pasa el tiempo y lo lento que se nos hace a veces. Esas clases de historia interminables en las que observas el reloj y parece que las agujas no avanzan. Y por el contrario esa tarde con tus amigos en las que pronto se hace la hora de volver a casa y no te apetece porque lo estás pasando de maravilla.
Pero también acabas pensando en la gente que estaba a tu lado hace un año y que ahora no está, y en la que a aparecido de repente en tu vida y quisieras que no se fuera nunca.
En un año las cosas cambian mucho, pero no podemos saber lo que no deparará el futuro. No podemos saber cómo estaremos dentro de un año.

Últimamente tengo la sensación de que estoy perdiendo la infancia, de que pronto me voy a hacer mayor, de que voy a tener responsabilidades que veía más lejanas de lo que realmente están. Porque a penas me queda un año y 34 días para alcanzar la mayoría de edad. ¿Y qué significa eso? No lo sé. Tal vez todo. O tal vez nada. Solo sé que no estoy preparada para dejar atrás muchas de las cosas que ahora tengo conmigo y de las que pronto, o quizás no, tenga que despedirme. Y ese sí que es uno de los únicos y peores para siempre.