domingo, 30 de junio de 2013

No me dejes solo.

Me encuentro sentada en el enorme columpio que instalaron en el porche cuando era pequeña.
Uno de esos con cojines, como en las películas.

Empiezo a balancearme con suavidad mientras observo la intensidad de las estrellas. Allí arriba. Infinitas sobre el firmamento.
Ahí desde donde, supuestamente, te observan tus seres queridos cuando ya no estan contigo. Río amargamente. ¿De verdad están observándote todo el día? Eso es una tontería.

Se van. Para siempre. Y te dejan sola. Tan sola como me siento yo en este instante.

Se oyen risas desde dentro de la casa. La música esta alta, y estoy segura de que nadie me echa de menos ahora mismo. Me había costado asumirlo, pero ya estaba decidido.

Suspiro.

Será lo mejor. Dejaré de ser un incordio. Dejaré de amargarles.

En este momento alguien sale de la casa. No quiero mirar quién es, no quiero saberlo.

- ¿Qué haces aquí? - Me pregunta James mientras se sienta en el columpio a mi lado.
- Quería tomar el aire. - Me limito a decir.
- ¿Qué te pasa, Pitufina?
- Nada...- Miento.

Me conoce bien. Sé que no tenía la necesidad de mentirle, pero aun así lo hago.

De pronto algo se ilumina, un fogonazo. Una luz naranja que brilla, se desvanece y vuelve a brillar. Se ha encendido un cigarrillo.

- ¿Desde cuándo fumas? - Pregunto.
- ¿Y tú? - Señala con la cabeza hacia mi mano.

Ni siquiera me había dado cuenta de que me ha ofrecido uno. Me encojo de hombros y me lo llevo a los labios. Sorprendentemente no toso al hacerlo.

No me gusta el aroma,  ni el sabor. Pero es relajante ver cómo se va consumiendo y como el humo se mezcla con el aire hasta prácticamente desaparecer. Porque yo me siento igual. Me estoy consumiendo, pero nadie se da cuenta.

- Voy a volverme a Doncaster. - Digo sin más.
- ¿Qué?
- He salido de la casa hace dos horas y nadie se ha dado cuenta. - Le miro. - Además están todos en plan parejitas, yo sobro.
- No sobras.
- Claro que sí, James. Sin mí sois cinco y cinco, está claro que sobro. - Me levanto del columpio y bajo los escalones del porche.
- Alexia, no sobras. - Me coje de la muñeca y me gira. - Para mí sobrarían todos menos tú.
- Pero... - Me besa. Así de repente.
- No te vuelvas a casa - me mira a los ojos -, no me dejes solo.

2 comentarios:

  1. q linda historia te abra pasado

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  2. mis sentimientos se parecen demasiado a los tuyos, no hay nada peor que la soledad no deseada

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