martes, 11 de septiembre de 2012

Parte 1.

Día 1

Aquí estoy haciendo el imbécil, sin saber bien porqué. Creo que es porque me vuelvo a sentir solo, porque siento que quizás nunca te encuentre. Sé que todo llega, y todas esas cosas que la gente enamorada no se cansa de decirme. Pero joder, porqué tardas tanto.
Resulta que muchas veces, bueno realmente un par o tres, he creído encontrarte, y como un imbécil he saltado a una piscina medio vacía, y me he dado un golpe contra el fondo. Pero lo peor no son mis brechas en la cabeza, lo peor es que no saltaba solo, y quizás es en esas personas en las que menos piensas cuando decides salir de esa piscina en la que solo chapoteabas. Y entonces cuando sales de tu charco es cuando te das cuenta de que esa otra persona no se merecía aquel golpe, pero bueno, qué vamos a hacer... Uno simplemente sabe hacer el imbécil. Y eso por lo que ves si que se me da muy bien. Ser el imbécil se me da de lujo.
Y como estoy harto de esperar hoy he decidido salir en tu búsqueda. Dejarme de pozas vacías e ir al mar.al inmenso océano donde las sardinas nadan con las doradas y los calamares compiten con los pulpos. He decidido de ir en tu búsqueda. Estoy cansado de esperarte y he pensado que quizás tu también me aguardas sentada en una roca, cantándole a las olas para que me lleven hacia ti.

Día 2

Creo que te he subestimado. Sabes esconderte más de lo que creía, y sospecho que no le estás cantando a nadie para que me lleve hacia ti. Quizás me estás espiando desde alguna esquina y me haces sufrir. Pensándolo bien, creo que eso me gusta. Me gusta que juegues un poco conmigo, pero no te pases porque también soy de cansarme pronto y espero que si me quieres no te apetezca perderme. Y por si no me espías, cosa que por otro lado me temo, te diré que para buscarte lo que estoy haciendo es no pensar en ti. Me voy con amigos, me ducho con música animada y después bailo en calzoncillos. Hago esas cosas que se hacen para no pensar, pero después llega la noche y me acuerdo de ti. O llega mi MP3 y decide ponerme esa canción de Damien Rice que tanto te gusta escuchar, lo a lo mejor la detestas, no lo sé. Pero llega esa canción acompañada de un día mojado y entonces me ganas la partida. Apareces en mi cabeza como una depresión mal superada. Te imagino conmigo bajo una manta en el sofá de casa, o en el asiento de atrás del coche. Apareces tú de mil y una manera, pero nunca consigo de verte la cara, y cuando abro los ojos o dejo de escuchar esa canción desapareces. Te esfumas. Como el humo de la última calada de un cigarro.

Día 3

Me río si te encuentro. Me giro si me miras Huyo si te siento. Digo que te busco. Miento si me ven llorar. Y si te encuentro, me río. Me río de mi mismo. Qué cobarde. Salgo corriendo. Huyo de ti. Y me pregunto: ¿Por qué ha dejado de sufrir?

Día 4. Coge las riendas.

Quizá, quizá olvidaste cantar debajo de la ducha cuando tuviste oportunidad. A lo mejor no quieres dar ese beso que podría descentrar el futuro y lo hará tambalear. Apagas la luz. Cierras los ojos y dejas que el tiempo corra. Que tu problema se solucione solo, como cuando reinicias el ordenador esperando que cuando se enchufe de nuevo vuelva a funcionar como el primer día. Pero abres los ojos y ves que todo sigue igual. Esa chica sigue sin ser tuya, ese examen no se ha aprobado solo y por su puesto tu ordenador sigue funcionando tan mal como antes de reiniciarlo. Mi consejo: coge la vida por los cuernos. Si no agarras las riendas de el tiempo, de las acciones es muy posible que nada salga como quieres y acabarás en el sitio equivocado y con la persona equivocada. Y además tu ordenador nunca se arreglará solo.

Día 5. ¿Por qué lloras entonces?

Te he encontrado, ¿sabes? Estabas escondida detrás de un sofá. Acurrucada. Con ojos de llorar y con un ritmo tembloroso recorriéndote de arriba abajo. Estabas asustada. En un primer momento no sabía que te había ocurrido, pero solo tuve que sentarme contigo varios segundos para que me contaras tu historia. Tienes 21 años, estudias, trabajas. Eres una hija ideal para tus padres. Sonríes casi todos los días y miras a los chicos cuando pasan por tu lado de camino a la biblioteca. Eres una chica feliz, estás rodeada de amigos y tienes un trato perfecto con tu familia. No eres fea, ni te lo haces. Sabes que eres perfectamente que eres una chica del montón. Cuando ibas por este punto te pregunté '¿por qué lloras entonces?' y tú me contestaste la otra cara de la moneda. La cara que te hacía esconderte. La parte de tu historia que no te dejaba salir de detrás de aquel sofá: Te sientes sola. No hay nadie que te mime, no hay nadie que te de un beso cuando te agobias por ese examen de materiales. No hay nadie que te acompañe a la cama un sábado por la noche, cuando llegas de fiesta y te apetece hacer de todo menos dormir. Lloras porque cuando vas por la calle no puedes más que mirar a las parejas felices que van cogidas de la mano. Y porque sientes que las películas no han hecho más que mentirte, una y otra vez. Has terminado de contarme tu historia. Te miro a los ojos. Te doy la mano y te hago salir de detrás de aquel maldito sofá.

Día 6. Hasta el fin de los tiempos.

1... 2... 3... 4... 5... y el sexto día no sabes si lo correcto es lo que realmente deberías hacer. Sabes que eso está apunto de suceder es lo que realmente le encantaría a tu madre, a tu padre, a tu pareja. Sabes que eso es lo que más te conviene y lo que sin duda llevará tu vida por el buen camino. Pero también sabes, y muy bien, que hay otros cientos de cosas que te apetecen mucho más. Cosas que a los ojos de esas personas importantes en tu vida son innecesarias. Inmaduras. Pero a ti te llenan y te hacen más feliz. La guerra comienza en tu cabeza. Con la forma de un ángel y un demonio que no paran de lanzarse vueltas y llamaradas sin pensar en la cabeza que hay en medio. Vueltas, vueltas y más vueltas. Decidiendo si eliges el bien o el mal. Lo correcto o lo incorrecto. Vivir bien o vivir algo peor. Y lo peor de todo es que esa guerra, probablemente, siga siempre. Hasta el fin de los tiempos.
<Vueltas, vueltas y más vueltas. Lo peor de todo es que durará hasta el fin de los tiempos.>

Día 7. ¿Te has olvidado de mí?

¿Te has olvidado de mí? Yo hace tiempo que dejé de pensar en buscarte. Es como si ya no me apeteciera compartir mi vida con alguien. Mejor solo que mal acompañado. Sí es cierto, hubo una época en la que creía en un futuro compartido, pero la verdad es que últimamente no hago más que imaginarme ese mismo futuro, pero en singular. Me imagino en mi casa, con mi perro, con mi vida. Creo sinceramente que ya no pienso en plural. Pero es que estoy tan, tan cansado de buscarte, que ya simplemente no lo hago. Es cierto que he encontrado a gente, pero siempre hay algo en contra de un sí. Si no es el pelo son los dientes. Si no es su madurez es su falta de ella. El sexo, soy algo bipolar en ese aspecto... Unos días me apetece encontrar una mujer a la que pueda estampar contra la pared y follármela sin ningún tipo de delicadeza. Y otro día me levanto con ganas de ser ta moñas, que el sexo agresivo me parezca asqueroso. Sí, puede que no te encuentre y puede que no lo haga porque no sé lo que busco. Puede que un día me parezca encontrarte y compartir contigo el resto de mi vida. Y al día siguiente pensar que ser el George Clooney español, por lo de ser soltero, es la mejor opción. Porque si llegas, de puta madre. Si no lo haces, sobreviviré.

Día 8. Me has mirado.

Me has mirado. Iba andando con mi música pensando en nada y me has mirado. No sabía como actuar, no sabía qué hacer. ¿Una sonrisa podría servir o debería hacer algo más? Aún estoy justo en ese momento. Quiero. He conseguido darme al pause. Dejar el mundo en standby y pararme a pensar. Me estoy viendo. Ahí de pie, mirándome. Sí me estás mirando a mí. No hay nadie detrás, solo yo. Ahora es cuando tengo que decidir ¿te sonrío o me atrevo y te digo algo más? Pero, qué te digo. ¿Qué se le dice a una desconocida cuando estás en la calle? No hay escusas, no hay copas, no hay un chupito, no hay una película de la que hablar, no hay nada. Solo dos completos desconocidos que se han mirado. Aunque a cámara lenta el tiempo sigue en marcha y acaba el momento. Empiezas a quitarme la mirada. De hecho ya no me miras. Te estás yendo. Vas a pasar por mi lado como otras tantas. ¿Vas a ser solo esa chica que me miró por la calle? Pero entonces sucede algo... (Esto cobra más sentido si ves el vídeo).

Día 9. 33 segundos exactos.

33 segundos exactos. Es lo que tardo en cambiar radicalmente. Puede que no tenga sentido. Que no entiendas porqué 33 y no 125. Pero es lo que soy. Es quien soy. Y no tengo demasiado claro que quiera cambiar eso por ti. Porque cambiar es algo muy grande y no se hace por cualquiera. Deberías convencerme. ¿Tienes 33 segundos para mí?

Día 10. Psicógolo o cocinero.

He invertido mucho tiempo en pensar en el futuro. Primero decidí si quería letras o números. Elegí los dibujos. Después elegí qué tipo de letras o de números me gustaba más. Elegí el diseño. Y ahora que se supone que ya estoy donde tengo que estar, no sé si estoy donde quiero estar. Sí, creo que es una duda que tenemos todos. Cuando llega el momento nos lanzamos a un charco del que no sabemos si después vamos a saber salir. En realidad creo que nunca tenemos claro de qué queremos ser de mayores. Aunque es cierto que hay gente que sí que lo saben bastante bien. Y qué envidia me dan. Pero yo nunca he sido de ver las cosas claras. Por lo visto mi vida ha decidido que le gusta el riesgo. Ha decidido que elija a base de hostias. Para qué facilitarme las cosas dejándome claro lo que me gusta si puede hacerme creer que quiero hace cocina, y un par de meses después meter en mi cabeza que quiero hacer psicología. Parece ser que a mi destino le gusta jugar conmigo. O por lo menos hasta hace un tiempo. Un día me cansé de que jugara conmigo, lo agarré de los pelos y lo saqué de mí. Desde entonces yo, mi parte racional, o eso creo, elige cuál va a ser mi siguiente paso. Y así se supone que haré lo que quiero hacer. Aunque a veces siga pensando que de mayor debería ser psicólogo o cocinero.

Día 11. ¿Qué es lo que quiero?

Tengo un corazón de hielo que no me permite amar. Creo que cada vez que quiero lo apago y ya está. No se me da bien demostrar lo poco que siento, porque cada vez que siento me asusto, de verdad. Me da miedo tatuar en mi cuerpo un 'para siempre' porque siempre es mucho tiempo. Sí, ya lo sé, no me has pedido mi vida entera, pero este corazón de hielo solo cree en un amor eterno. No entiendo el verbo probar, no entiendo un quizá. Y aquí estoy mintiendo o diciendo la verdad.  Porque si no quiero un para siempre y no quiero un quizá, ¿qué es lo que quiero? Esa, esa es la pregunta que nunca he sabido responder. La respuesta se me escapa. Se escapa. Una vez la tuve entre mis dedos, la toqué, la sentí y casi me da tiempo hasta conocerla. Pero no sé si por ella o por mí, la dejé ir. Desde entonces la he creído ver un par de veces. Pero de lejos y no he querido ir a buscarla. Porque en realidad no se vive tan mal sin saber responder a esa maldita pregunta.



(¡GRACIAS POR LEER ESTE TEXTAMENTO! ¡El texto no es mío, pero me he sentido tan identificada que he tenido la necesidad de subirlo. El texto ha sido sacado de aquí: http://www.youtube.com/playlist?list=PL3DC44D21F105288C Son muchos, así que para hacerlo más ameno, y por pura vagancia, pa' qué mentir, subiré más otro día!)

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