sábado, 19 de enero de 2013

La huida.

No recuerdo cuando empecé, solo sé que llevo horas, días, o tal vez, años corriendo. Sin un destino concreto, pero en una dirección. Tan lejos como me alcancen las piernas. Huyendo de algo que no estoy segura de qué es. Solo sé que tengo miedo, es algo que lleva mucho tiempo persiguiéndome, que me atormenta.
Corro y corro, y me estoy cansando, pero no puedo parar. O tal vez deba hacerlo antes de caer por aquel precipicio que veo al final del camino.
¿Qué es lo mejor? ¿Seguir corriendo y huir de algo de lo que no puedo alejarme por mucho que lo intente o afrontarlo?
Quizá haya llegado el momento de admitir que no se puede huir de uno mismo.

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